Si el barrio de Santa Cruz es sinónimo constante de asombro;
cuando perdidos por la calle Abades contemplamos el compás que, abierto de par
en par, nos muestra el patio principal de la Casa de los Pinelo, el gesto se
torna casi en genuflexión hacia un edificio que se alza ejemplarmente
conservado y en el que confluyen nada menos que seis siglos de historia.
Como toda casa, el visitante se acerca con prudencia, mira como si
se sintiera vigilado e inmortaliza esa primera estancia con la cámara. Sin
embargo, todo el inmueble es visitable. Construido y habitado
originalmente por la familia genovesa de los Pinelo; su fundador, Francisco
Pinelo, fue banquero de los Reyes Católicos, amigo de Cristóbal Colón y mecenas
de la Casa de Contratación en las Indias.
Propiedad del Ayuntamiento de Sevilla trasvasada a la Junta de
Andalucía, durante los próximos 75 años la Casa de los Pinelo continuará siendo
residencia y, en buena medida responsabilidad, de las tres academias
que residen en ella, la de Buenas Letras,
la Real Academia de
Bellas Artes Santa Isabel de Hungría y la de Medicina. Cada
una tiene sus propias estancias, compartiendo otras. «Esta casa está en
el corazón de la ciudad, en la zona más alta de Sevilla; en tiempos la hoy
calle Abades era una arteria principal», explica Ramón Queiro, arquitecto
conservador de los Pinelo y miembro de la Real Academia de Bellas Artes.
El perfil institucional de la casa hace que hoy pase desapercibida
a muchas personas que creen que sus muros son infranqueables. «Nada más lejos
de la realidad, agradecemos las visitas y estamos convencidos de que este sitio
tiene mucho que aportar», defiende Queiro. En esencia, los Pinelo es un gran
titán cultural, no solo por las mentes privilegiadas que atesora y que se
reúnen en sus tres academias, también por el aspecto puramente patrimonial y expositivo.
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Por ejemplo puede contemplarse aquí una copia «excepcional» de
1874 de la obra de Murillo Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos,
debida a Eduardo Carrió. Y más desconocida aun es la Colección de Arte
Oriental. «Hace un año que creamos una sala dedicada a la donación del Padre
Fernando García Gutiérrez, de la Compañía de Jesús», dice Queiro. «Más de un
centenar de objetos de China y Japón, entre los que se encuentran pinturas,
esculturas, cerámica, piedras duras y platería... es una de las mejores de
España», asegura el arquitecto.
Las tres academias que concurren aquí están por la labor de
«fomentar las visitas colectivas y guiadas». «No buscamos tanto incrementar a
toda costa el número de visitantes; lo que queremos es que este lugar sea apreciado
en toda su dimensión; mostrar la Casa de los Pinelo como lugar de cultura y de
conocimiento», explica Queiro. Algo que puede hacerse, por ejemplo, mediante
lasvisitas nocturnas, a puerta cerrada, que propone un par de
veces al mes la empresa Engranajes Culturales.
El recorrido parece pequeño en comparación con otras casas palacio
en la que priman los jardines y la construcción en sí. Veremos aquí también
imponentes artesonados, salones –como el principal de la casa– y columnas
genovesas adornadas con medallones que representan a hombres y mujeres
ilustres. O una escalera por la que subiremos y que da acceso a una de las
salas en las que, cuenta la leyenda, nació San Juan de Ribera.
Sin embargo, lo que más nos llama la atención cuando deambulamos
por los Pinelo es la riqueza cultural que han ido depositando en ella sus
distintos moradores. Encontramos aquí, por ejemplo, las actas de nacimiento y
defunción de Bartolomé Esteban Murillo, un creador además muy presente durante
este año con una gran cantidad de reproducciones de su obra. También se
conserva un manuscrito por el cual el pintor sevillano daba por fundada la, así
llamada, Academia del Arte de la Pintura.
En el patio que antecede a la Academia de Medicina, una armoniosa
escultura de la diosa romana Pomona preside el jardín, una obra que hace años
estuvo en la fachada principal del Mercado de la Encarnación. «No hay ningún
museo en Andalucía ni ninguna otra casa palacio que atesore una colección de
escultura contemporánea como la nuestra», considera Ramón Queiro. En efecto, creaciones
de Antonio Gavira, Juan de Ávalos y Taborda y Enrique Pérez Comendador, entre
otros, circundan toda la galería superior.
La colección de pintura, menos conocida que la de otros espacios
sevillanos, no es menos relevante. En la Sala Murillo contemplaremos un
intimista y muy singular Retrato de su madre de Alfonso Grosso, así como varias
obras de Manuel Cabral Bejarano. Sorprende encontrarnos, de pronto, con un
pequeño óleo de Picasso, Negro danger, de 1907, que tras una azarosa historia
fue a parar a los Pinelo perfectamente reconocido como una obra
original del malagueño. No es la única obra contemporánea que veremos, la Real
Academia Santa Isabel de Hungría realiza cada otoño una Exposición
Internacional de Pintura y Escultura; fruto de la cual ha ido atesorando
creaciones como la muy singular escultura del onubense Ismael Lagares, Thor, un
pequeño perro que es todo un estallido de color, una estatua pop que, por el
contraste en un contexto como este, ha resultado estar entre lo más retratado
de toda la casa.
La visita quedaría incompleta sin pasar por la capilla, presidida
por una talla de la Virgen de la Hiniesta con el Niño, reproducción de la
original, tallada en los siglos XII-XIII. Además, dos bibliotecas visitables y
cuyo acceso está permitido previa petición conviven aquí. De un lado la
dedicada a la historia del arte, propiedad de la Academia de Bellas Artes, en
la planta alta; de otra, la de Buenas Letras, consagrada a temas sevillanos,
poesía y literatura, en la planta baja. Rejas góticas, frisos de estuco, una
espectacular araña de cristal... los Pinelo parece agrandarse a medida que se
nos van abriendo sus puertas. Una estrechísima escalera de caracol nos
lleva al torreón. Vemos el barrio de Santa Cruz y nos sentimos parte
de la historia.
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Página: SEVILLA TURÍSTICA