Cinco curiosidades sobre el cementerio de Sevilla que deberías saber






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Durante los días previos al Día de Difuntos, el camposanto de Sevilla es un continuo ir y venir de gentes, preparadas de utensilios de limpieza, flores y velas. Hay que honrar a los muertos y engalanar su última morada en la tierra. Una tradición que permanece inalterable en el cementerio de San Fernando. Pero la historia de esta necrópolis está plagada de curiosos episodios desde antes de su inauguración.

El cementerio del Porvenir

Las referencias que se tienen sobre los enterramientos en Sevilla hablan de espacios privados, normalmente en terrenos de iglesias, donde se recibía sepultura. De hecho, uno de los primeros cementerios de Sevilla del que se tiene constancia es el de San Sebastian, en el barrio del Porvenir.
Según Francisco Javier Rodríguez Barberán, profesor de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, «esa necrópolis termina convirtiéndose en un cementerio público, aunque nunca llega a ser mucho más que una serie de patios con nichos alrededor. Hablamos de la primera mitad del siglo XIX».

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Fuera de Sevilla

El comienzo del siglo XIX fue de lo más funesto en Sevilla. Una nueva enfermedad, traída desde Cadiz, asoló una vez más la ciudad, provocando muertes desde Triana hasta el interior de las murallas. Por ello, el monarca Carlos III promulgó una cédula real, que obligaba a trasladar los espacios de enterramiento «fuera del poblado», para evitar en la medida de lo posible más contagios.
El lugar escogido fueron los terrenos próximos al monasterio de San Jerónimo y el encargado de planificar este nuevo espacio sería el arquitecto del momento en Sevilla, Balbino Marrón. Éste diseñó un espacio vertebrado en torno a la calle principal, reservada para los panteones y conjuntos funerarios más célebres. En las zonas más periféricas se dispondrían los nichos, no tan visitados como las tumbas de los sevillanos más ilustres.
El actual cementerio de San Fernando de Sevilla fue inaugurado en 1863.

Tumbas célebres

Accediendo por la entrada principal, el visitante queda atrapado por la majestuosidad del conjunto funerario que ideó Mariano Benlliure para la tumba del célebre torero Joselito el Gallo. Justo enfrente, en un estilo más modernista, una escultura sobre marmol negro recuerda la figura de otro torero, Francisco Rivera Paquirri.
Junto a los diestros sevillanos descansa una grande de la canción española, Juanita Reina. La tonadillera cuenta con un mausoleo obra de Luis Sanguino que fue sufragado por suscripción popular.
Manuel Serrapi Niño Ricardo fue considerado uno de los grandes guitarristas flamencos de su época. Considerado por el mismo Paco de Lucía como su maestro, acompañó a grandes figuras del flamenco como la Niña de los Peines o Antonio Mairena.

El Cristo que llora miel

En el corazón mismo del cementerio de San Fernando, en medio de una encrucijada, se levanta imponente el Cristo de las Mieles, obra del escultor sevillano Antonio Susillo Fernández. La mirada de los visitantes que se cruzan con esta escultura se fija en los pies del Crucificado, pues cuenta la leyenda que su autor se equivocó en la disposición de las extremidades.
Dicho error, cuenta la tradición popular, lo sumió en una tremenda desolación, por lo que acabó con su vida en su propio taller. Una leyenda que no hizo más que acrecentarse cuando tras ser enterrado a los pies de su obra, las gentes aseguraban que el Cristo lloraba lágrimas, lágrimas de miel.

Un lugar para disidentes

La diversidad religiosa también está reflejada en el camposanto sevillano. De hecho, se habilitó una zona conocida popularmente como el cementerio de los «disidentes» donde recibirían sepultura los no creyentes o aquellos que habían renegado de la religión católica.
De hecho, muchos de los nichos que ocupan este espacio pertenecen a personas que profesaban religiones como la Evangelista Testigos de Jehová. Muchos de los ajusticiados durante la Guerra Civil y la posguerra, del bando de los republicanos, fueron enterrados en este rincón del cementerio.
La religión judía también tiene aquí su espacio, acotado y separado por una reja, dentro de la necrópolis de San Fernando. Según Rodríguez Barberán, «con el deshielo de las relaciones entre España y Estados Unidos, hubo un grupo de congresistas y senadores norteamericanos que visitaron nuestro país, y aprovechando esta visita, la comunidad judía en Sevilla protestó exigiendo un espacio propio, de ahí que se mantenga separado por una valla».

Cementerio musulmán

La comunidad musulmana de Sevilla también tiene su propio cementerio tal y como dicta su religión. Pero en este caso, el espacio reservado para su enterramiento no está dentro del camposanto de San Fernando, sino colindante en unos terrenos de San Jerónimo. Se construyó tras la Guerra Civil.
«Hay bajas dentro del bando de los nacionales, de personas del norte de África, que profesan la religión musulmana y esas personas deben ser enterradas. Lo normal habría sido enterrarlos en el cementerio de los disidentes, pero se producía un conflicto ideológico. Son aliados del nuevo régimen y sin embargo, iban a ser enterrados donde iban los opuestos al régimen. Resultado, se ordena la construcción de un cementerio islámico» explica Francisco Javier Rodríguez.